A meus admirados poetas brasileiros

 

 

Casi al principio, fue el Jazz

 

El despertador que vive sobre la mesita de noche

y lanza rayos láser hacia el techo

para decirme la hora en color rojo,

a veces escribe frases y cuenta historias mías

que yo ignoro.

 

Hay una muy antigua:

nada menos que del Cámbrico,

allá en la era Paleozoica,

cuando se dio la gigantesca

explosión de vida.

 

Éramos simples

Cordados los Humanos

por aquel entonces tan remoto,

pera ya nos reuníamos los afines

para compartir el avance

de las

afinidades.

 

Existía Ilha Vitória, aún sin nombre,

y el continente americano,

macho posesivo,

trataba de acercarse a hurtadillas nocturnas.

 

Se deslizaba

el atardecer de una solemne primavera

en sosiego indescriptible

roto apenas por el ritmo armonioso

del incremento de especies.

 

En lo más alto

de un florido promontorio

que alguno de nosotros denominó Penedo,

estábamos cuatro líricos épicos sentados en círculo

cordados entusiastas del equilibrio y la armonía:

cuatro poetas intentando

interpretar una música sabia

que acordamos nombrar

JAZZ.

 

Joaquim Machado, ángulo recto su rostro,

cerrado por la semicircunferencia del pelo,

 tenía facilidad de palabra, le interesaba todo,

admiraba la belleza,

venía de abajo

 y sabía.

 

Cecília Meireles

apoyaba la espalda en un tronco

de sapucaia,

guiaba a las hormigas pequeñas hacia el hormiguero

y observaba

con cariño maternal el incesante

crecimiento de la hierba.

 

Castro Alves, soñador enamorado

de la libertad,

recitaba poemas sociales a Cecilia

en el pabellón hospitalario de la oreja

izquierda

sin resultados amorosos

visibles.

 

Sobre la cima vegetal

en el aún no Penedo

de la aún no Vitória, ya Isla acogedora, sin embargo,

en el atardecer sereno

de una solemne primavera,

nos fuimos pasando la trompeta

de mi amigo Satchmo

los cuatro épicos líricos que

compartíamos la irreprimible pasión.

 

Nada más nacer la palabra,

allá en el Cámbrico,

fue la poesía;

y en cuanto la poesía fue,

fue el Jazz

y fuimos

los más apasionados.

 

 

 

 

 

 

Uma longa noite no Sertão

 

Qué hacía

farto do lirismo comedido

Bandeira, en el Sertão?

 

Me pregunto, qué hacía aquella noche,

farto do lirismo bem comportado,

deseando ser un poeta salvaje

pez de aguas profundas

fiera en las interioridades selváticas;

qué hacía esa noche en el Sertão,

sonrisa insatisfecha

en falsa actitud latifundista?

 

El sueño era mío y él lo poblaba.

Abaixo os puristas!

Abaixo o lirismo namorador!

Abaixo o lirismo que capitula!

 

Siento aún el eco de sus palabras

en el pabellón de mi oído

izquierdo

— el derecho oye distorsionado —

y me sumo a su protesta, calle arriba,

cenáculo literario abajo:

no quero mais saber do lirismo

que não é libertação.

 

El sueño de libertad

y de justicia

distributiva,

era mi sueño aquella noche en el Sertão.

Discutíamos Ester Abreu y yo

sobre algunos aspectos confusos

de Don Juan, bajando

a los infiernos para surgir de nuevo:

femenino, triunfante,

celestial.

 

Se desarrollaba el sueño

en un Sertão imaginario

que era la suma

de los Sertões de Jô:

arideces existenciales, aleph,

horizonte detrás del horizonte,

utopía.

 

En mis sueños

elijo a los invitados

a la espera

de que los invitados me acepten

a mí.

 

Bien, sea,

Manuel Bandeira, quédate!;

al fin y al cabo

mi admiración por tu obra crece y crece.

— No meio da noite despertei.

Profundamente.

Onde estão todos eles?

Onde está a estrela da manhã?

Meu verso es sangue.

Cai, gota a gota do coração:

grita, ríe, vive!, Manuel —

y coincidimos en la función liberadora

detersoria

de la poesía.

 

Quédate en el sueño sertanejo,

quantos bancos de corais!

illas que a tormenta arrasa,

en este Sertão de Sertões

vozes do árido, semiárido e veredas,

imaginando con Ester y conmigo

el triunfo último de don Juan

convertido

en mujer.

 

[imagem ©maria lemos]

 

 

 
Pedro Sevylla de Juana nasceu em plena agricultura, lá onde se juntam La Tierra de Campos e El Cerrato, Valdepero, província de Palencia, em Espanha. A economia dos recursos à espera de tempos piores ajustou o seu comportamento. Com a intenção de entender os mistérios da existência, aprendeu a ler aos três anos. Para explicar as suas razões, aos doze iniciou-se na escrita. Cumpriu já os sessenta e sete e transita a etapa de maior liberdade e ousadia: obrigam-lhe muito poucas responsabilidades e sujeita temores e esperanças. Viveu em Palencia, Valladolid, Barcelona e Madrid, passando temporadas em Genebra, Estoril, Tanger, Paris e Amsterdã. Publicitário, conferencista, tradutor, articulista, poeta, ensaísta, crítico e narrador, publicou vinte e dois livros e colabora com diversas revistas da Europa e América, tanto em língua espanhola como portuguesa. Trabalhos seus integram seis antologias internacionais. Reside em El Escorial, dedicado por inteiro às suas paixões mais arraigadas: viver, ler e escrever. Mais: www.sevylla.com.